El agua y la vida.

Reportaje sobre la importancia de la acuicultura en el reto de la alimentación global.

“Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día. Enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida” (Proverbio chino)

“Enséñale a pescar y esquilmará los mares y los ríos, desarrollará técnicas para explotar las poblaciones naturales de peces, los suyos y los de sus vecinos, desembocando en conflictos internacionales, desigualdades sociales, la desaparición de especies de alto valor ecológico y un aumento progresivo de la pobreza. Dale el pez…” (Esteban Álvarez)

El hombre, indudablemente, aprendió a pescar. Y de qué manera… Con caña, con red de trasmallo, de agalle, con nasa, al cerco, con almadraba, mediante el arrastre… Las técnicas para capturar peces son muchas y muy efectivas y gracias a ellas, amplias poblaciones humanas han obtenido durante milenios una vía para la subsistencia.

El problema llega cuando esas poblaciones humanas cada vez son más numerosas y el recurso, en cambio, más escaso. No se trata ya de perfeccionar la técnica de pesca. La solución no pasa por adentrarse en alta mar y capturar los últimos ejemplares disponibles. Es preciso encontrar otra alternativa, una que nos proporcione alimento sin esquilmar el ecosistema: una sostenible.

Cultivar

Así que, si el objetivo es alimentar a una población de unos 7.000 millones de personas, el modelo productivo, obviamente, no puede ser el del cazador “que sale al monte a ver qué encuentra”. El modelo tiene que aproximarse en cambio al del ganadero, quien invierte unos recursos en el presente para asegurarse el abastecimiento en el futuro. Y ahí aparece la acuicultura.

Esteban Álvarez, responsable del área de Acuicultura de IMPULSO, lo resume de la siguiente manera: “En pleno siglo XXI, seguimos siendo meros recolectores de lo que la naturaleza nos ofrece. Y eso se está viendo que no es sostenible”.

Hambre

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el mundo hay hoy 842 millones de personas aquejadas de hambre crónica. La mayor parte de estas personas residen en África, en Asia, o en América Latina.

 

La solución, como sugiere el informe de la FAO, pasa por que esas personas sean capaces de generar su propio sustento y por ello, las granjas acuícolas, es decir, los lugares donde se cultivan peces para el consumo humano, son la única alternativa para producir proteína de alto valor nutritivo y completar los requerimientos mínimos recomendados por la OMS, sobre todo en aquellos países donde la fuente principal de nutrientes proviene del cultivo agrícola.

Acuicultura industrial, social y medioambiental

Según Esteban Álvarez, más que una distinción entre acuicultura de agua dulce o acuicultura de agua salada, lo interesante es diferenciar entre acuicultura industrial, social y medioambiental. Si bien la sostenibilidad de cualquier granja acuícola depende de conjugar adecuadamente esas tres dimensiones, hay proyectos en los que prima más lo industrial, otros en los que se prioriza lo social y otros orientados a acciones medioambientales.

La construcción de una gran instalación acuícola en Noruega, por ejemplo, para el cultivo del salmón, es un proyecto en el que prevalece la visión industrial. Frente a esto, según Álvarez, a IMPULSO le interesan especialmente aquellos proyectos en los que prime la componente social. Son proyectos por lo general de menor tamaño que los anteriores, pero con un calado y un potencial mucho mayor, ya que se imbrican en comunidades que basan su propia supervivencia en el éxito de la planta; su contribución al desarrollo humano y medioambiental representa un valor mucho más alto a medio y largo plazo. Significa actuar en el presente como apuesta de futuro.

El estado del arte

Si bien los orígenes de la acuicultura parecen remontarse al año 3.800 a.C., en la antigua China, se trata de una práctica que, curiosamente, no se ha desarrollado hasta hace relativamente poco. Siempre se ha contemplado el cultivo de peces como algo suplementario. Por ejemplo, nos cuenta Álvarez cómo los romanos, famosos por su dominio de los sistemas hidráulicos, a la vez que construían embalses y canalizaciones de agua, arrojaban peces que se utilizaban para complementar la dieta de las tropas. Y así introdujeron diversas variedades de ciprínidos en la Península Ibérica.

Pero no fue hasta principios del siglo XX que se empezó a contemplar la acuicultura desde un punto de vista industrial. Los cultivos masivos llegarían a finales de los años 80, principios de los 90, cuando la industria requiere asegurar un flujo continuo de materia prima para su óptimo desarrollo y se esforzó por estabilizar la producción. Y lógicamente, las especies como la trucha, el salmón, la lubina, la dorada, o el rodaballo fueron las primeras en cultivarse, debido a su gran demanda por parte de los consumidores.

Muy recientemente, en el año 2003, la industria acuícola tomó un nuevo rumbo, encaminado a ampliar la diversidad de especies cultivadas. Hasta entonces, apenas se conocía el ciclo biológico de unas pocas decenas de peces, y fue necesaria una importante inversión en investigación y desarrollo para llegar a las aproximadamente 600 especies que se pueden cultivar con éxito hoy en día.

Soluciones EPC

En este sentido, Esteban Álvarez explica cómo IMPULSO aúna en su oferta de servicios todas las tareas necesarias para que una granja acuícola funcione. Bajo el modelo EPC (Engineering, Procurement and Construction) –también conocido como “llave en mano”- IMPULSO actúa como proveedor integral: un proveedor cuya labor comprende desde el análisis de los usos del agua (con el fin de determinar qué zona es la más adecuada para construir la granja), hasta la obtención de ayudas financieras o certificaciones, pasando por la contratación y formación de personal, el plan de viabilidad, o la propia construcción de la granja.

 

Y cita algunos ejemplos: “Estamos terminando la construcción de un parque de innovación tecnológica para el cultivo del langostino en Colombia, donde se va a poder realizar formación y experiencias a escala real para nuevas tecnologías en el cultivo de los langostinos. Es un gran progreso a medio plazo en un país que, por diversos motivos, ha tenido un escaso desarrollo tecnológico”.

Por otra parte tenemos, en el archipiélago de San Andrés y Providencia una comunidad raizal de pescadores artesanales a quienes, por cuestiones políticas, les han quitado territorio marino y estamos desarrollando un proyecto de piscicultura marina para que aprendan a cultivar los peces que tradicionalmente iban a pescar. Y también estamos en otros proyectos para plantas de lenguado, o de tilapia, que es un pez muy consumido en África”.

El agua

Pero la acuicultura, nos explica Esteban, tampoco puede hacerse a toda costa: “La actividad tiene que estar ordenada. No se trata de fabricar alimentos donde yo quiera, de la forma que yo quiera y utilizando los recursos que me dé la gana”.

El recurso más limitado que tiene el hombre es el agua y sus usos son múltiples. “El agua es la vida” –prosigue-. “A menudo, nos encontramos con aguas que vienen con patógenos, derivados de la propia actividad humana, o porque el medio está contaminado. Para ello, nosotros hemos desarrollado un sistema de recirculación de agua para industria de gran tonelaje, en el cual el agua, una vez utilizada, no se vierte al medioambiente, sino que pasa por una filtración mecánica, una biológica, una desinfección, etc, de forma que esa agua se pueda utilizar otra vez. Es una forma de optimizar un recurso que es muy escaso y asimismo poder aumentar mucho la productividad”.

Al respecto nos habla Cristina Suárez, Jefa de Energía de IMPULSO y principal responsable de la granja R.A.S. (Recirculating Aquaculture System) construida en Ruiloba (Cantabria, España) como proyecto piloto:

“Una de las principales ventajas del sistema de recirculación de agua que estamos desarrollando es que permite situar las granjas de especies marinas en lugares sin costa. Esto es muy beneficioso, porque ponemos la producción al alcance de las poblaciones del interior y además evitamos la construcción de las granjas en el litoral, que frecuentemente tiene la consideración de reserva natural y por lo tanto, está protegido”.

Pero ésta no es la única ventaja –comenta Cristina- del sistema que está investigando y desarrollando IMPULSO -junto con tres universidades (Valencia, Cantabria, Zaragoza) y varias empresas-. “Por citar los beneficios más importantes, diremos que la granja R.A.S. reduce significativamente el consumo energético con respecto a las granjas de circuito abierto; permite mejorar la calidad del agua y controlar las patologías de los peces; y por supuesto, minimiza el consumo de agua y los vertidos al ecosistema”.

La vida

De manera que, teniendo todo en cuenta, apostar por la acuicultura es apostar por la vida. Por la vida humana, en primer lugar, en tanto que la construcción del número suficiente de granjas podría acabar con el hambre y la malnutrición, denunciadas repetidamente por instituciones de todo tipo, tanto gubernamentales como no gubernamentales.

En segundo lugar, la acuicultura es una apuesta por la vida de las especies acuáticas –animales y vegetales-, ya que el aumento de la demanda de pescado y las modernas técnicas de arrastre están causando la rápida desaparición –la extinción- tanto de fauna como de flora subacuática.

Y en tercer lugar, la acuicultura es una apuesta por la vida del propio planeta, de este “planeta azul” que todos compartimos, puesto que cuidar la calidad del agua, regular sus usos y esforzarse en no abusar del líquido que nos compone es, más que apostar, comprometerse.

“… Dale el pez, y enséñale a cultivarlo de forma sostenible. Sólo así alimentarás a sus descendientes”.

Enlace: Informe de la FAO sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura 2012